domingo, 22 de julio de 2007

El besugo invitado

Mi amiga Burbujas me invita a su pecera y acepto encantada. Yo también trabajo en una pecera, en esos despachos con cristales en vez de paredes, por la necesidad de fomentar la comunicación. Soy una mujer en sus cuarenta, cuando aunque te pongas una lechuga en la cabeza ya te miran poco... Bueno, tampoco es tan grave.

Quiero estrenar esta invitación con una entrada sobe una historia de amor adolescente, como Burbujas. Es casualidad.

Un hombre superlativo

Con 16 años buscaba sexo animal. Sin aditivos culturales, ni preguntas, ni risas. Los besos, sólo para elevar la estimulación. Andaba así cuando Luis le mostró el placer con sentido y emoción. Hablaban los cuerpos y ahí había un hombre y una mujer, no dos cuerpos ensartados. Sus poses de aficionado al cine clásico no eran forzadas. Había añadido a su lenguaje corporal el ojo medio guiñado para evitar el humo que subía del cigarrillo que sostenía en los labios. Marcelo, Steve, Marlon, Paul... todos estaban en él pero sin forzarlo. El Luis casero y cotidiano... otra joya en estado puro. No era seductor al uso, lo suyo resultaba natural, sin aditivos.
Era bellísimo. Un huérfano de padre (su madre soñaba todos los días con el marido muerto en la mina y durante el día sólo anhelaba que llegase la noche). Tenía la elegancia de las clases medias que se han superado con los medios a su alcance. La austeridad es más elegante que el derroche. Economía de medios, sabía aprovecharlos: prescinde de lo que no puedes alcanzar.
Su punto macho nunca fue grosero. Cuando le salía, la arrojaba a la cama y se dedicaba a él por completo. Eso parecía, porque con Luis aprendió que al dedicarse a su propio placer no se menosprecia al oponente, sino todo lo contrario. Esa enseñanza fue de las más valiosas. Y estaba bien de una u otra forma, con el mismo objetivo o cada uno con el suyo.

Bueno, cuando con 2o años lo dejaron... ella tuvo la seguridad de que el amor ya había pasado por su vida. Han pasado 20 años y, efectivamente, ella sigue pensando que fue el amor de su vida.

Saludos a la sardina vecina. Yo soy un besugo, que no quepa duda.

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